CHUPÍCUARO: Cultura y pueblo bajo el agua.

 



 

 

UNIVERSIDAD ABIERTA Y A DISTANCIA DE MÉXICO

 

CHUPÍCUARO:

CULTURA Y PUEBLO BAJO EL AGUA

TEXTO DE RAYMUNDO E GUAJARDO LIRA

 

NOVIEMBRE, 2014.

 

RAYMUNDO ERUBEY GUAJARDO LIRA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRUDUCCIÓN.

 

Debido a las torrenciales lluvias registradas a finales del verano de 1927, el cauce del Río Lerma, a su paso por tierras guanajuatenses, inundó por completo tierras de los Valles Abajeños y Bajío en el estado, siniestrando, así, numerosos cultivos existentes por aquellos lugares.

Las graves y desastrosas consecuencias de aquel siniestro de la naturaleza, dieron pie a las autoridades federales de la época, a planear a mediano plazo, la construcción de un sistema de captación pluvial, capaz de albergar la suficiente agua para evitar otro desastre de esas magnitudes, pero principalmente, para captar agua para irrigar las ya muy nobles tierras del noreste michoacano, así como municipios del sur/centro de Guanajuato, todos paso natural del cauce del río ya mencionado, con lo que conseguirían controlar el hasta entonces indómito Lerma, que como es sabido, nace en el occidente del estado de México, y termina su cauce en tierras del estado de Jalisco en el cauce del Lago de Chapala.

En primera instancia, la construcción planeada originalmente, era la de una presa de capacidad considerable en el noroeste del estado de Michoacán, a la que denominarían Presa Tepuxtepec. Con el análisis del proyecto, se llegó a la cuenta de que sería necesario aún más control del Lerma en algún punto del sureste guanajuatense, decidiéndose por una zona del municipio de Acámbaro, Guanajuato, cerca de la comunidad de San Miguel, que sería el nombre en origen concebido para la monumental presa, que a la postre terminó por recibir el nombre de Presa Solís, que pretendidamente traería progreso, prosperidad y seguridad en ésta región, eminentemente agrícola.

Sin embargo uno de los grandes costos que implicaba la construcción de la Presa Solís, era el de sacrificar un pueblo ubicado, justo en el ombligo del proyecto, en la zona más profunda de aquel extenso valle elegido para la monumental obra hidráulica; su nombre, Chupícuaro, pueblo pequeño, de nombre místico, que evoca temas de pre hispanidad, de una cultura que antes de la llegada de los españoles, vivió su esplendor, dejando, con el tiempo, vestigios de su existencia, despertando el interés nacional e internacional con su legado, hoy mínimamente rescatado y difundido y desde entonces, permanentemente oculto bajo las aguas de la Presa Solís, húmeda y pesada lápida de cristal y lirios de un mundo desconocido, también denominado Cielo Azul.

 

 

 

 

 

OBJETIVO.

  • Conocer brevemente la historia no tan difundida de un pueblo con profundas raíces prehispánicas, oculto bajo las aguas de la actual Presa Solís: Chupícuaro.
  • Obtener el testimonio de gente, aún presente entre nosotros, que vivió en carne propia, el éxodo del Viejo Chupícuaro, hacia el Nuevo Chupícuaro.
  • Comprender por qué la existencia de la Presa Solís, su impacto social y económico, entonces y ahora, en la región donde hoy sus aguas brindan beneficios invaluables.

 

CUESTIONAMIENTOS.

  • ¿Qué tanto conocemos del pueblo de Chupícuaro, que hoy permanece oculto bajo el embalse de la Presa Solís?
  • ¿Por qué es importante conocer testimonios personales y verídicos de la experiencia del éxodo de todo un pueblo, para salvar sus vidas de las aguas de un proyecto hidráulico de las magnitudes de la Presa Solís?
  • ¿Sabemos de los orígenes de la construcción de la Presa Solís, sus causas principales y su impacto en la región donde se ubica en la actualidad?

 

 

 

 

 

CHUPÍCUARO.

Chupícuaro es una zona arqueológica prehispánica, localizada al norte de Mesoamérica, al occidente del Altiplano Central; se encuentra en las zonas cercanas al Río Lerma y su afluente, el Río Coroneo, también llamado Tigre.

Actualmente gran parte de ésta zona, quedó cubierta por la Presa Solís, a sólo 7 kilómetros de Acámbaro, río arriba, al sureste del estado de Guanajuato.

Etimológicamente, Chupícuaro es un vocablo de origen purépecha, proveniente de la palabra chupicua, referente a una planta, que se usa para teñir las telas en color azul, muy abundante, entonces, en la zona, por lo que se le denominaba «Lugar Azul» o «Cielo Azul», como también se le conoce aún, por los habitantes actuales del lugar.


El Chupícuaro Prehispánico.

Esta civilización tuvo su origen en el Período Preclásico Superior o Formativo. Su esplendor abarcó del año 800 A.C. hasta el 200 D.C. Éste pueblo se caracterizó por su destacada producción alfarera. De su dinámica social, cultural, religiosa o militar se conoce aún hoy, muy poco, pero se sabe que vivían en jacales de lodo, plantas y hojas de la región. A sus muertos los enterraban con ofrendas, junto con sus perros, y en diferentes posiciones, lo que marcaba su estatus social. Su producción cerámica se caracterizaba por su simetría, colorido, aunque también trabajaban con la monocromía. Fabricaban utensilios domésticos, como cazuelas, vasos, vasijas, armas de guerra y de caza, e instrumentos como flautas, ocarinas, silbatos y sonajas.


 

Se presume que tuvieron destacado intercambio comercial de su alfarería, en una extensa franja de la entonces Mesoamérica, llegando, incluso a descubrirse vestigios de éstos intercambios, en zonas indígenas de Arizona y Nuevo México.

De ésta cultura se empezó a saber hasta 1946, cuando, durante la construcción de la Presa Solís entre los municipios guanajuatenses de Acámbaro, Jerécuaro y Tarandacuao, se optó por ‘sacrificar’ a un pueblo justo en el medio de éstas demarcaciones asentado a la rivera del Río Lerma: Chupícuaro. Durante las primeras exploraciones, se localizaron numerosos objetos de alfarería y hasta algunas tumbas con características prehispánicas, mismas que comenzaron a despertar la curiosidad de investigadores nacionales e internacionales, comenzando con una difusión de los hallazgos, que, aunque mínima y tímida, ponía a la cultura Chupícuaro a la vista y opinión de la gente en general.

 

Actualmente, el pueblo original, con incontables vestigios materiales, aún en el subsuelo, se encuentra bajo las aguas de la monumental construcción hidráulica, aunque hay zonas en los alrededores del embalse, que siguen siendo exploradas y en donde continúan apareciendo piezas arqueológicas de incalculable valor, pertenecientes a ésta tan poco conocida cultura chupicuarense.

En 1926, se descubrieron aledaños al templo de San Pedro, en el Viejo Chupícuaro, 100 entierros de donde se extrajeron más de 4,000 piezas de cerámica de ésta civilización, por lo mismo, se llegó a considerar a éste asentamiento como una necrópolis. El acervo actual sobre ésta cultura, proviene de los estudios realizados en la zona entre los años 1926 y 1949.

En la cabecera municipal de Acámbaro, existe un museo, fundado el 22 de Octubre de 1973, donde se difunde principalmente ésta ancestral manifestación cultural, también llamada «Cultura de Barro». Tal recinto, ubicado en la calle Abasolo # 10 esquina con Avenida Morelos, cuenta entre su acervo, con innumerables piezas, algunas en buen estado, otras no tan bien conservadas, pero de gran valor, y motivo de orgullo para los acambarenses, y que, junto con la colección existente en el Museo Fray Bernardo Padilla de Nuevo Chupícuaro, suman la cantidad de 6,604 piezas, que dan cuenta de cómo ésta milenaria cultura ya ha trascendido más allá de nuestras fronteras, contando, a su vez, con exposiciones itinerantes o permanentes, acerca de ésta apasionante temática, como la que se exhibe de manera perenne, en el Museo de Historia Natural de la ciudad de Chicago, Illinois, en la Unión Americana, en donde se dedica una sala entera, para la difusión del tema, con vestigios materiales valiosísimos, así como una completísima reseña de la cultura Chupícuaro, donde se mencionan los orígenes, auge, esplendor, decadencia y estado actual de ésta.

Field Museum of Natural History, Chicago, Illinois.

FOTOGRAFÍA: http://www.wikipedia.com

 

 

 

UN ÉXODO FORZADO.

Es importante recordar que para la construcción de la Presa Solís, fue necesario sacrificar al pueblo de Chupícuaro, incluyendo toda su riqueza prehispánica.

Testimonios de la época son muchos, y todos ellos coinciden en afirmar que la mudanza masiva hacia tierras más altas, fue inmensamente emotiva y difícil, pues dejaban atrás todo lo suyo, desde pertenencias materiales, como tierras, casas y parajes, hasta motivos relativamente inmateriales, como su vieja parroquia, erigida en honor a San Pedro Apóstol, sin dejar de mencionar a sus muertos, sepultados en el panteón local.

Un testimonio en específico, el de Doña Catalina Alberto Ayala, nacida en 1932, es muy valioso, al tiempo que ameno, en donde se recogen las vivencias de una niña que entonces, ya con capacidad de razonamiento, recoge vívidamente los últimos días en su comunidad al lado de su familia y sus vecinos, justo antes de abandonar el pueblo, que sería desaparecido bajo las aguas del Río Lerma.

En resumidas cuentas, doña Catalina nos narra que para todos los chupicuarenses fue muy duro recibir la noticia de que su pueblo sería completamente devorado por las aguas del Lerma, en aras del progreso de la región. En primera instancia el proyecto llevaba por nombre Presa San Miguel, aunque después sería nombrada Solís, por la zona en donde habrían de construir la cortina, cerca de un poblado del mismo nombre.

Sin más remedio que aceptar que su pueblo sería sumergido en las aguas de la nueva presa, los habitantes del Viejo Chupícuaro, además, tendrían que recibir una indemnización irrisoria y a la vez injusta, pues recibir tan poco por el valor de sus tierras era incluso, hasta ofensivo. Pero, sin más remedio, terminaron por aceptar. Sin embargo, no sólo se trataba del valor comercial de sus tierras, sus casas, sino dejar atrás y literalmente baja las aguas a sus muertos, por quienes, hasta el día de hoy, lloran con gran nostalgia.

Ya inminente la salida de todos los habitantes del pueblo, los saqueos no se hicieron esperar, como en el templo, a donde la gente se agolpó en gran cantidad para «desenterrar el tesoro», que según los rumores allí había, y que en realidad existía, pues, a decir de doña Catalina, recuerda ‘haber visto, a un grupo de vivales sacando el dinero del templo por montones’. También los clérigos, provenientes de Morelia, se llevaron todo el archivo del templo, en donde estaban los registros de nacimientos, muertes, bautizos, matrimonios, entre otros más, para su salvaguarda, así como objetos de valor como vajillas, ornamentos, imágenes, campanas y hasta un par de órganos que había allí. Cuentan que uno, el más grande, fue trasladado a Morelia, mientras que el más pequeño, es el que existe hoy día en el templo del Nuevo Chupícuaro. De igual manera, fue rescatada por los sacerdotes, una biblioteca de uso exclusivo de los seminaristas, para ellos de gran valor. Así mismo, y a instancia de los propios feligreses, la amadísima imagen de San Pedro, fue rescatada y llevada al su nuevo hogar en el Nuevo Chupícuaro, donde hoy día sigue siendo fervientemente venerada.

El 20 de Mayo de 1949, se recuerda como el día para el éxodo definitivo de los pobladores, más de 1,000, hacia tierras altas y seguras, cedidas por el gobierno federal en compensación por la pérdida de las otras. Este proceso fue lento, pues según nuestra testigo, la gente salió poco a poco, en un espacio de 3 a cuatro semanas.

Recuerda Doña Cata, un panorama general de su añorado pueblo natal, describiéndolo, ‘como un columpio que subía y bajaba desde el templo, allá en lo alto, en donde también vivía la gente rica y que fue la primera que abandonó el lugar, para apoderarse de las mejores tierras en la nueva ubicación asignada por el gobierno. La bajada del columpio, es donde habitaba el resto de la población, que siempre vivía al día y que fue desalojada ya al último’. En éste paraje, comenta la entrevistada, que ‘había un puentecito de arcos chiquitos, pero más bonito que el puente de piedra de Acámbaro. Dicho puentecito, al finalizar el pueblo, comunicaba a éste con un camino que, pasos adelante, se dividía en dos: a la derecha para ir a Jerécuaro y el otro, a la izquierda, para ir a Acámbaro’, ambos flanqueados por los ríos Tigre y Lerma, respectivamente.

 


 

 

 

 

 

 

 

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Como ya se ha comentado, el éxodo final fue emotivo, cargado de gran nostalgia por dejar atrás todo aquello que representaba su pueblo, que en pocos días, ya desde tierras altas, miraban cómo desaparecía y quedaba a la vista, aún incólume la torre de la iglesia, que en los días actuales todavía puede divisarse desde localidades del municipio de Jerécuaro, como Satemayé o Estanzuela de Razo, siempre y cuando los niveles de la presa sean relativamente bajos, sobre todo en los meses comprendidos de Abril a Junio de cada año.

 

Así, la ubicación del nuevo asentamiento, se situaría en la zona alta llamada Loma de Paredones, a 3 kilómetros del sitio original de la floreciente civilización chupicuarense. La fecha oficial de la fundación del Nuevo Chupícuaro es el 9 de Junio de 1949.

Algunos lugareños, los más devotos, aseguraban entonces, que se miraba caminar sobre las aguas, con sus sandalias, su túnica y su báculo al mismísimo San Pedro, cuidando de que nadie se hubiese quedado en el viejo pueblo para morir ahogados por las aguas de la presa. Otros más, incluso, en los días actuales, afirman que de vez en vez, las campanas de la vieja iglesia (las desaparecidas durante los saqueos al templo), aún repican sobre las aguas de la presa.

Monumento al Espíritu del Viejo Chupícuaro ubicado en atrio del Templo de San Pedro en el Nuevo Chupícuaro.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

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LA PRESA SOLÍS.

Como ya se ha mencionado, la Presa Solís fue construida principalmente para captar la generosa cantidad de agua que corre a lo largo de la cuenca del Río Lerma, sobre todo a su paso por los Valles Abajeños, zona comprendida por los municipios de Acámbaro, Jerécuaro, Tarandacuao, Coroneo, Tarimoro y Salvatierra, principalmente. Sin embargo, uno de las causas primordiales para la construcción de ésta obra hidráulica, fue la de poder controlar las recurrentes inundaciones que con las lluvias veraniegas, cubrían la mencionada zona.

De una forma particularmente observada, lo sucedido en el verano de 1927, fue lo que se considera como el detonante para tomar una decisión tan importante de parte del gobierno federal de la época en materia de infraestructura hidráulica en la zona.

Aspecto de la inundación de Septiembre de 1927 en Acámbaro, sobre el Puente de Piedra.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

. La inundación más recordada, ocurrió en Septiembre de 1927, en medio de un sangriento conflicto cívico-religioso, conocido como la Cristiada, que en ésta zona de Guanajuato, tomó tintes verdaderamente sangrientos. Particularmente, en Acámbaro era notable el conflicto cristero, por la división de sus pobladores, unos a favor de Cristo Rey y otro a favor del ejército federal, tanto así, que el conflicto, históricamente documentado, comprendió de 1926 a 1930, mientras que en ésta zona de Guanajuato, el conflicto se extendió hasta 1946.

Centro de la cabecera municipal de Acámbaro, durante la inundación de 1927.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

Por esos días de Septiembre, en ésta zona eminentemente agrícola, las lluvias más torrenciales se dan por ésas fechas y ese año del ’27 no era la excepción. Incluso, Doña Choly Solís, cuentan testigos, solicitó a las autoridades militares al mando del municipio acambarense de entonces, para ‘sacar a la venerada imagen de la Virgen del Refugio, pues ya llegaban las aguas al altar’. Cuentan, que ‘cuando la Virgen descendía de su atrio, las aguas prodigiosamente comenzaron a retroceder y a bajar de nivel’. (María de Jesús Tejeda, 2005).

Los daños causados por éste fenómeno meteorológico, fueron cuantiosos, sobre todo, en los cultivos agrícolas; los campesinos, esperando las lluvias de temporal, vieron como sus tierras eran siniestradas por las feroces aguas debido al desbordamiento del Lerma, que bañó por completo todos los asentamientos humanos ubicados a lo largo de su cuenca, desde el Estado de México, pasando por Michoacán y Guanajuato, terminando por devastar incluso, poblaciones del Estado de Jalisco.

Septiembre, 1927. Inundación en pleno centro de la cabecera municipal de Acámbaro.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

Con la construcción de la Presa Solís, parecía haber sido solucionada la problemática de las inundaciones en la zona, haciendo florecer de manera notable la actividad agrícola de la región, pues el funcionamiento del distrito de riego creado con la obra hidráulica, marchaba a la perfección, irrigando el agua necesaria para todas las tierras cultivables del área.

 

Construcción de la Presa Solís en la década de los 30’s.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

La capacidad inicial de captación pluvial y fluvial de la Presa Solís al momento de ser inaugurada el 15 de Mayo de 1949, era de 728 millones de metros cúbicos de agua, cantidad verdaderamente digna de elogio para la ingeniería hidráulica de la época en México.

Nivel de la Presa Solís, al momento de ser inaugurada en el año 1949.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

Sin embargo, la Madre Naturaleza es siempre caprichosa, y para el verano de 1958, las abundantes lluvias pusieron a prueba la capacidad de captación y a la vez, de contención de la obra, y las aguas del Río Lerma, se vieron nuevamente desbordadas, registrando un gasto máximo de 785 m³/s, causando de nueva cuenta desastres en zonas agrícolas y urbanas aledañas a la cuenca del río. En ésta ocasión, la zona norte del municipio de Acámbaro se vio anegado, sobre todo en el tramo Acámbaro-Chamácuaro, en donde se inundaron localidades como San Juan Rancho Viejo, Los Fresnos, y Las Trancas, principalmente, provocando, incluso, evacuación total de la zona.

Nuevamente, el Puente de Piedra en Acámbaro, superado por el agua en 1958.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

A partir de entonces, sobre la Avenida Héroe de Nacozari, en la zona norte de la cabecera municipal de Acámbaro, se construyó un dique de protección para la población urbana, tratando de prevenir los desastres provocados por ésta nueva inundación.

Estación de Ferrocarril de Acámbaro, durante la inundación de 1958.

FOTOGRAFÍA: http://www.acambaroenlinea.com

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Otras fuertes inundaciones, pese a la existencia de la Presa Solís y a la construcción del bordo de contención al norte de la cabecera municipal de Acámbaro, se suscitaron en 1971, con un gasto máximo de 477 m³/s, y en 1973 con un gasto máximo de 498 m³/s, lo cual condujo a la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, a elevar el nivel de la Presa, aumentando su capacidad de captación a los 800 millones de metros cúbicos de agua. En la actualidad la Presa Solís tiene una capacidad superior a los 1,217 millones de metros cúbicos de agua en su embalse.

 

 

 

 

CONCLUSIÓN.

La existencia de las presas a lo largo de la historia del hombre, cumplen con funciones definitivamente de ayuda para el desarrollo de cualquier asentamiento humano. Desde que el sedentarismo comenzó a ser la característica obligada de nuestra especie, hace ya miles de años, los vestigios en la captación del agua, ya sea pluvial o fluvialmente, están documentadas desde los tiempos más remotos en las civilizaciones más antiguas de nuestra historia.

El caso específico de la Presa Solís, es una historia de éxito, para la ingeniería hidráulica del siglo XX, aunque ya, hoy en día existan obras monumentales, que superan por mucho lo hecho con ésta construcción en territorio guanajuatense.

La historia debajo de las aguas de éste embalse, es el motivo principal para realizar éste trabajo. Cualquier acambarense digno de considerarse como tal, sabe y se siente orgulloso de tener en su municipio una obra de éstas dimensiones, pues trasciende y mucho, a nivel nacional, mostrándose como referencia y poniendo en el mapa el nombre de Acámbaro.

Una vez que uno se adentra en la historia de la Presa y conoce lo que existe debajo de sus aguas, el tema se torna fascinante, motivo que dio origen a éste texto: un pueblo que no nada más yace como tal, con sus ruinas, inundado por las aguas, hasta el tope de su punto más alto, que es la torre de la iglesia del viejo poblado, sino que además, con datos existentes, se sabe que allí floreció una civilización prehispánica impresionante, de grandes artistas alfareros y amantes del culto a sus muertos.

Esto es motivo de orgullo para cualquier acambarense, pero también debería serlo para todo guanajuatense.

La riqueza prehispánica de nuestros pueblos, nos insta a recordar que allí precisamente están nuestras raíces y que las debemos preservar.

El tema particular de la Cultura Chupícuaro, se convierte en un hermoso y mágico recuerdo de que en cualquier lugar que nos encontremos a lo largo y ancho de nuestro querido México, siempre vamos a encontrar un motivo, aún escondido en el más recóndito sitio que podamos concebir, para sentirnos verdaderamente orgullosos de nuestro pasado cultural, lleno de riquezas invaluables.

En el fondo de una importante presa ubicada en el sureste del estado de Guanajuato, para mucha honra de sus pobladores, existe para siempre, entre los lirios de sus profundidades, el vestigio de una civilización conocida, como Chupícuaro: cultura y pueblo bajo el agua.

 

 

 

 

 

 

 

 

FUENTES.

http://www.buenastareas.com/ensayo/Cultura-Chupicuaro/1823933html

 

 

http://elsenordelhospital.blogspot.mx/2012/03/la-construccion-y-consecuencia-de-la.html#

 

 

http://expressodelasochoradioacambaro.blogspot.mx/2012/04/catalina-alberto-ayala-1932.catalina.html

 

 

http://www.museolocal.com/

 

 

http://www.acambaroenlinea.com.mx


 

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